A pesar de su avanzada edad, Juan estaba completamente lúcido, por lo que, cuando se enteró que las personas a las que más quería lo habían dejado a un lado, su corazón se llenó de tristeza.
Incluso, les suplicó que lo dejaran vivir en su antiguo hogar. Pero ellos se negaron rotundamente, indicándole que serían más gastos para mantenerlo. Además, pensaban que en el asilo no estaría solo… algo completamente erróneo.
Con el tiempo, las visitas de sus familiares fueron disminuyendo y aunque el lugar era bonito o la atención era decente, estar junto a otros ancianos solo lo hacía sentirse más abandonado. Con el paso de los meses, Juan dejó de ver a su familia, cosa que lo hizo hundirse en una grave depresión.